
La vanidad
peina al pensamiento
hasta dejarlo calvo.
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La vanidad
viste al pensamiento,
como las hojas
cubren el cuerpo,
pero no su desnudez.
La vanidad
viste al pensamiento
para dejarlo desnudo
cuando menos piense.
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La vanidad
adorna al pensamiento,
como joya,
sobre un cuerpo
sin vida.
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La vanidad
seduce al pensamiento
sin conmover al espíritu.
La vanidad
que seduce al pensamiento
acaricia la piel,
pero el corazón
no se compromete.
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Burbujas al viento
son las palabras
del pensamiento vano.